10 nov 2011

Miedo a conocerse de nuevo

El ruido del cascabel despierta a su lado. Madrugadores sus ojos empiezan a abrirse por los primeros rayos de luz solar que entran por la ventana. Pensando en lo que hizo anoche, un dolor de cabeza brutal no le deja pensar. Si hubiera sido listo no se hubiera emborrachado para apaciguar las penas. Eso no le sirvió para nada, y como siempre el camarero hacía de psicólogo.
Esa noche, cómo casi todos los sábados cuando oscurece, el camarero le sirve chupitos de whisky, uno tras otro, lamentándose de su pasado oscuro y atormentado. Noches melancólicas, aun que ya son costumbres. Un insomnio vagamente estúpido nunca le deja dormir. Frente al ordenador, sabe que al otro lado de la pantalla hay alguien que le observa, pero no le da mucha importancia. Con el mismo insomnio que él. Bichos nocturnos que duermen por el día y por la noche empiezan a funcionar. Oscuro, todo lo es, mente y espacio.
El sábado de la semana siguiente se encuentran en aquel bar, los dos sin compañía, solos, cada uno por su lado. Cómo si no se conocieran de nada, no cruzan palabra, pero sus miradas se encuentran fijamente sin ningún disimulo, la una con la otra. Separados por algunos taburetes, él cómo siempre pide un whisky, pero esta vez era doble. Y ella, con una voz muy dulce pide vodka con limón. Suspirantes, les da miedo dirigirse la palabra, pensando en como podrían empezar a establecer una conversación. Tantas cosas vividas juntos para que ahora ni se hablen. Miedo a comenzar, todo por miedo. De no saber lo que piensan respecto a ellos mismos, miedo a meter la pata. Vergüenza a enfrentarse a la realidad. Pasa el tiempo y nadie habla, tan solo el camarero dándole tema de conversación a ella. Hasta que le paga al camarero y se va, mirándole de reojo sin decirle adiós. Miedo, tienen tanto miedo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario