22 dic 2011

Esa elocuente palabra

Y así como las florecillas, inclinadas y cerradas por la escarcha, se abren erguidas en cuanto el Sol las ilumina, así creció mi abatido ánimo e inundó mi corazón tal aliento que exclamé, como un hombre decidido:
- ¡Oh, cuán piadosa es la que me ha socorrido! ¡Y tú también, alma bienhechora, que has obedecido con tanta prontitud las palabras de verdad que ella te ha dicho! Con las tuyas has preparado mi corazón de tal suerte y le has comunicado tanto deseo de emprender el gran viaje, que vuelvo a abrigar mi primer propósito.
Ve, pues; porque una sola voluntad nos dirige. Tú eres mi guía, mi señor y mi maestro.
Así le dije; y en cuanto echó a andar, entré por el camino profundo y salvaje. 

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