8 mar 2011

Su propio mundo, su habitación.

Ahora, Ángela se encuentra en su habitación, sentada en la cama y escuchando música gótica, que le da en qué pensar.
Su habitación es un mundo caótico, en el cual se encuentra un orden establecido por ella misma. Es verde, pero no el verde que te da una sensación relajante, sino el verde pistacho que te desconcentra en cuanto lo ves. Pero los posters, perfectamente colocados como un tetris, disimulan un poco esa sensación.
Esas paredes parece que te observen cuando abres la puerta. Tantas miradas que parecen leerte tus más profundos pensamientos. Pero a ella parece no molestarle. Su habitación es muy abierta, en el centro está la cama. Con unas tonalidades de colores calientes cual puesta de sol, su cubre está ligeramente arrugado. Las estanterías de su habitación están repletas de fotos , discos de música y libros. Le encanta la lectura. Me hace gracia, la parte más caótica es su silla, no he visto peor desorden. No le hace falta ni armario. Y el suelo... Siempre todo por es suelo. Para ella su habitación es su infierno personal.
Se acaba de levantar de su cama, y se dirige hacia la ventana. Abre la ventana de par en par para que corra una brisa de aire fresco, para que se ventile. Para poder respirar un aire puro y helado, que le calan los pulmones cada vez que inspira, aunque sea un poco.
Desde su ventana se ve una calle estrecha y empinada, con unas casas viejas, que hacen juego con el contraste del anochecer. Unas casas, que con los años se han ido desgastando. Necesitan una capa de pintura. Mira a su izquierda y ve dos gatos cual tigres salvajes, peleándose entre los matorrales del descampado de al lado. Para su atención, en una nevera vieja, que en vez de blanca, está anaranjada, de lo oxidada que está. Se nota que el tiempo y la lluvia han pasado por ella. Al otro lado hay un bar. Por su culpa la calle siempre huele a fritanga, sobresale el olor a gamba. Siempre le recuerda al mar.
Enfrente, justo enfrente, hay una casa en construcción. Es bastante grande, y tiene un patio bastante amplio. Hay una planta justo en medio del patio. Es bastante grande, y muy verde, como los ojos de un minino.
Se acerca la noche y el sol se esconde detrás de esa casa en obras. Ahora sólo la luz de una farola ilumina la oscura calle.
Ángela baja la persiana, cierra la ventana, prohibiendo la entrada del aire puro y helado que le cala los pulmomes. La ventana está cerrada, con la persiana bajada, Ángela se va de su habitación, cerrando la puerta y apagando la luz. Consumiéndose en una plena oscuridad.

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