7 oct 2012

En tiempo de los dulces suspiros

Tales fueron las palabras de las dos sombras. Al oír a aquellas almas heridas bajé la cabeza, y la tuve inclinada tanto tiempo que el Poeta me dijo:
-¿En qué piensas?
-¡Ah! -exclamé al contestarle-, ¡cuán dulces pensamientos, cuántos deseos los han conducido a este sitio doloroso!
Después me dirigí a ellos diciéndoles: 
-Francesca, tus palabras me hacen derramar tristes y compasivas lágrimas. Pero dime: en tiempo de los dulces suspiros, ¿cómo os permitió Amor conocer vuestros secretos deseos? 
Ella contestó: 
-No hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en la miseria, y eso lo sabe bien tu Maestro. Pero si tienes tanto deseo de saber cuál fue el principal origen de nuestro amor, haré como el que habla y llora a la vez. Leíamos un día por pasatiempo las aventuras de Lanzarote y de qué modo cayó en las redes del amor; estábamos solos y sin abrigar sospecha alguna. Aquella lectura hizo que nuestros ojos se buscaran muchas veces y que palideciera nuestro semblante; mas un solo pasaje fue el que decidió de nosotros: cuando leímos que la deseada sonrisa de la amada fue interrumpida por el beso del amante, éste, que jamás se ha de separar de mí, me besó tembloroso en la boca. El libro y quien lo escribió fue para nosotros otro Galateo; aquel día ya no leímos más. 
Mientras que un alma decía esto, la otra lloraba de tal modo que yo, movido de compasión, desfallecí como si me muriera y caí como cae un cuerpo inanimado. 

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